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Así como en 1977, poco menos de un año después de terminar mi primera incursión en la función pública por el golpe que daría origen al “proceso” había ingresado a El Cronista, poco menos de un año antes de volver a aquellas funciones – y en razón de esa circunstancia que se avecinaba - dejaría la casa de Moreno y Cramer, sin saber si estaba diciendo adiós o, como sería afortunadamente, apenas hasta luego.
Aunque los vínculos con el periodismo venían de antes, con Impacto, primero, con Aquí Lezama más adelante, cuando Víctor Caputo nos legara aquel semanario que él creara con entusiasmo y del que estaríamos a cargo con Fito Fuertes durante un par de años, y seguirían después a instancias de la Sociedad Rural cuando su centenario, con Chascomús Rural junto a Obdulio Etchepare, y ya a mediados de los ochenta al fundar junto a Abelardo Tejo El Fuerte, sería en esa casa vieja en la que el empeño puesto con su tabicado de madera y vidrio no alcanzaba para superar incomodidades, en el mismo territorio que hoy ocupa su edificio remozado y que sentí como una extensión de mi propia casa, sería ahí adónde sabría que lo del olor a tinta calando profundo no es cuento.
Autor:
José Eduardo Bonavita
Chascomús, que fuera un “Fuerte” cuando se plantó un mangrullo cerca de la laguna, una suerte de espejo en el cual mirarse, se hizo “villa”, fue “pueblo de los periódicos”, y supo ser cuando creció, la Ciudad de los Diarios.
Es aquí y ahora, el escenario al que se remite la mayoría de estos apuntes de memoria propia y ajena.
Es, para José Eduardo Bonavita, su tierra. En la que nació y formó su hogar… En la que nacieron sus padres y sus hijos, descansan sus abuelos y crecen sus nietos.
Con el aporte de:
ELENA RAQUEL LASALVIA
En cuanto a sus “Veleros de Papel en Tintas de una Laguna” cuenta con valiosos aportes de la “Historia del Diario El Cronista de Chascomús” presentado por Elena Lasalvia en las Jornadas de Historia de esa ciudad.
Si bien su inclusión había sido convenida con ella cuando José Eduardo pensó en concretar la publicación, hace unos cuantos años, hoy constituye además del cumplimiento de un compromiso, un homenaje a Elena, en memoria.
Veleros de papel en tintas de una laguna
Así como en 1977, poco menos de un año después de terminar mi primera incursión en la función pública por el golpe que daría origen al “proceso” había ingresado a El Cronista, poco menos de un año antes de volver a aquellas funciones – y en razón de esa circunstancia que se avecinaba - dejaría la casa de Moreno y Cramer, sin saber si estaba diciendo adiós o, como sería afortunadamente, apenas hasta luego.
Aunque los vínculos con el periodismo venían de antes, con Impacto, primero, con Aquí Lezama más adelante, cuando Víctor Caputo nos legara aquel semanario que él creara con entusiasmo y del que estaríamos a cargo con Fito Fuertes durante un par de años, y seguirían después a instancias de la Sociedad Rural cuando su centenario, con Chascomús Rural junto a Obdulio Etchepare, y ya a mediados de los ochenta al fundar junto a Abelardo Tejo El Fuerte, sería en esa casa vieja en la que el empeño puesto con su tabicado de madera y vidrio no alcanzaba para superar incomodidades, en el mismo territorio que hoy ocupa su edificio remozado y que sentí como una extensión de mi propia casa, sería ahí adónde sabría que lo del olor a tinta calando profundo no es cuento.
Autor:
José Eduardo Bonavita
Chascomús, que fuera un “Fuerte” cuando se plantó un mangrullo cerca de la laguna, una suerte de espejo en el cual mirarse, se hizo “villa”, fue “pueblo de los periódicos”, y supo ser cuando creció, la Ciudad de los Diarios.
Es aquí y ahora, el escenario al que se remite la mayoría de estos apuntes de memoria propia y ajena.
Es, para José Eduardo Bonavita, su tierra. En la que nació y formó su hogar… En la que nacieron sus padres y sus hijos, descansan sus abuelos y crecen sus nietos.
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En cuanto a sus “Veleros de Papel en Tintas de una Laguna” cuenta con valiosos aportes de la “Historia del Diario El Cronista de Chascomús” presentado por Elena Lasalvia en las Jornadas de Historia de esa ciudad.
Si bien su inclusión había sido convenida con ella cuando José Eduardo pensó en concretar la publicación, hace unos cuantos años, hoy constituye además del cumplimiento de un compromiso, un homenaje a Elena, en memoria.
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