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Desde pequeños convivimos con los miedos que se nos acercan.
Así le tememos al cuco, al trueno, a la oscuridad y a cuanto fantasma va apareciendo en el camino.
Crecemos y descubrimos que son inofensivos, pero (malvadas personas) lo aplicamos como recurso con nuestros pequeños para que vayan a dormir o tomen la sopa de verdura.
Claro que no siempre sonreímos cuando alguna de esas palabras aparece en nuestra vida Hay una que nos sacude mal y nos deja sin reacción racional, porque se enquista en lo más profundo de nuestros temores.
Esa palabra es cáncer.
Cuando recibimos el diagnóstico el mundo parece tener fecha de fin, el alrededor se viste de penumbras, y así dolor, sufrimiento, muerte pasan a ser visiones del futuro.
Tuve la bendición de ser voluntaria del grupo Renacer Oncológico durante muchos años.
Los pacientes me enseñaron a ver la vida desde otra perspectiva.
Aprendí que como dice el lema de la institución “el cáncer es una enfermedad no el fin de la vida”, que se debe vivir cada día con la alegría de abrir los ojos, de empaparse en la fe, no importa en qué religión, todas se refugian en Dios Todopoderoso.
Hoy al transitar la experiencia de un cáncer de mamas quiero contar mi experiencia, basada en la medicina del amor a Dios, en los afectos, en el acompañamiento de nuestros seres queridos y, por supuesto en la ciencia.
Transmitir que se puede, para dar un mensaje de esperanza.
Espero que leer mis vivencias sean para los pacientes la semilla de sanación que ayude a derrotar al cáncer y la fortaleza para quienes acompañan.
Autora:
Rosa Quinteros
Rosa(Rosita) Quinteros nació cuando la ciudad de Zárate festejaba su cumpleaños número 96.
Vivió una infancia alimentada de sueños en su Villa Fox querida.
A los 3 años lee y ese fue un ejercicio constante en su vida, a los 8 se publica su primera poesía en un diario local.
En su niñez y adolescencia obtiene premios en concursos literarios y es convocada, terminada su secundaria, como cronista de un periódico de la ciudad.
Ejerce la docencia, se vuelca a actividades de índole social.
Es Concejera Escolar, participa en organizaciones barriales y es distinguida por esta labor por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires.
Durante sus años como docente deja de lado la escritura, retomando ese ejercicio al editar junto a Iris Juarez, el libro “Huellas de cien años”, con motivo de los cien años de la escuela rural N° 16.
A partir de allí, inspirada en los afectos de la familia escribe sus “Cartas con amor” y “Manantiales de ternura”, en los que comparte sus emociones con el lector.
En “Soy una peladita “relata su experiencia con el cáncer desde un punto de vista optimista con el propósito de desmitificar la palabra y brindar un mensaje esperanzador.
Soy una peladita
Desde pequeños convivimos con los miedos que se nos acercan.
Así le tememos al cuco, al trueno, a la oscuridad y a cuanto fantasma va apareciendo en el camino.
Crecemos y descubrimos que son inofensivos, pero (malvadas personas) lo aplicamos como recurso con nuestros pequeños para que vayan a dormir o tomen la sopa de verdura.
Claro que no siempre sonreímos cuando alguna de esas palabras aparece en nuestra vida Hay una que nos sacude mal y nos deja sin reacción racional, porque se enquista en lo más profundo de nuestros temores.
Esa palabra es cáncer.
Cuando recibimos el diagnóstico el mundo parece tener fecha de fin, el alrededor se viste de penumbras, y así dolor, sufrimiento, muerte pasan a ser visiones del futuro.
Tuve la bendición de ser voluntaria del grupo Renacer Oncológico durante muchos años.
Los pacientes me enseñaron a ver la vida desde otra perspectiva.
Aprendí que como dice el lema de la institución “el cáncer es una enfermedad no el fin de la vida”, que se debe vivir cada día con la alegría de abrir los ojos, de empaparse en la fe, no importa en qué religión, todas se refugian en Dios Todopoderoso.
Hoy al transitar la experiencia de un cáncer de mamas quiero contar mi experiencia, basada en la medicina del amor a Dios, en los afectos, en el acompañamiento de nuestros seres queridos y, por supuesto en la ciencia.
Transmitir que se puede, para dar un mensaje de esperanza.
Espero que leer mis vivencias sean para los pacientes la semilla de sanación que ayude a derrotar al cáncer y la fortaleza para quienes acompañan.
Autora:
Rosa Quinteros
Rosa(Rosita) Quinteros nació cuando la ciudad de Zárate festejaba su cumpleaños número 96.
Vivió una infancia alimentada de sueños en su Villa Fox querida.
A los 3 años lee y ese fue un ejercicio constante en su vida, a los 8 se publica su primera poesía en un diario local.
En su niñez y adolescencia obtiene premios en concursos literarios y es convocada, terminada su secundaria, como cronista de un periódico de la ciudad.
Ejerce la docencia, se vuelca a actividades de índole social.
Es Concejera Escolar, participa en organizaciones barriales y es distinguida por esta labor por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires.
Durante sus años como docente deja de lado la escritura, retomando ese ejercicio al editar junto a Iris Juarez, el libro “Huellas de cien años”, con motivo de los cien años de la escuela rural N° 16.
A partir de allí, inspirada en los afectos de la familia escribe sus “Cartas con amor” y “Manantiales de ternura”, en los que comparte sus emociones con el lector.
En “Soy una peladita “relata su experiencia con el cáncer desde un punto de vista optimista con el propósito de desmitificar la palabra y brindar un mensaje esperanzador.