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Las biografías, escritas o no, reales o virtuales, siempre terminan en un epitafio; cincelado en piedra o en la virtualidad. Siempre con el mismo principio: el Da Sein. Eternamente discurriendo en la Incertidumbre. Hasta el Hades, con un Caronte probablemente mitológico. Esta afirmación puede ser una forma de comenzar a desarrollar la idea que, las biografías son un encadenamiento de hechos u omisiones, si bien lógico, también susceptibles de un cambio radical e inesperado de rumbo a causa de un hecho u omisión sorpresiva y que, los epitafios son una manera incompetente, aunque omnipresentes, de contener en su breve forma, una síntesis representativa de la vida de una persona. Es de destacar que carece de relevancia la existencia real de la biografía o el epitafio de una persona, para presumir, establecer su realidad y presencia implícita en la virtualidad, como si estuviera labrada en piedra. La no registración de un hecho, un epitafio o incluso de una completa biografía, no lo hace inexistente.
Al encadenamiento lógico de hechos que constituyen la biografía de una persona, hay quien lo define como destino, así también al acontecimiento u omisión desviatorio. Otros, simplemente, azar. No es posible, sin sustraer a la ecuación un relevante elemento, ignorar a aquellas personas que, por acción u omisión, generaron las condiciones para que el o los hechos desviatorios ocurrieran: los contextualizadores. Aun en aquellos casos, tal vez la mayoría, fueron ejecutados con diferentes intenciones ajenas al hecho desviatorio que nos ocupa y, más aún, ignorando las ocurrencias atribuibles a las lejanías donde se ejerció el poder condicionante o, por lo menos, facilitadoras. En consecuencia, el reino de la incertidumbre. Las decisiones tomadas en las alturas del poder, produce víctimas anónimas. La probabilidad de que el individuo involucrado adquiera humanidad es inversamente proporcional a la altura en la pirámide del poder donde se toma la decisión.
Autor:
pedro enrique borgoglio boetti
Arquitectura de los epitafios
Las biografías, escritas o no, reales o virtuales, siempre terminan en un epitafio; cincelado en piedra o en la virtualidad. Siempre con el mismo principio: el Da Sein. Eternamente discurriendo en la Incertidumbre. Hasta el Hades, con un Caronte probablemente mitológico. Esta afirmación puede ser una forma de comenzar a desarrollar la idea que, las biografías son un encadenamiento de hechos u omisiones, si bien lógico, también susceptibles de un cambio radical e inesperado de rumbo a causa de un hecho u omisión sorpresiva y que, los epitafios son una manera incompetente, aunque omnipresentes, de contener en su breve forma, una síntesis representativa de la vida de una persona. Es de destacar que carece de relevancia la existencia real de la biografía o el epitafio de una persona, para presumir, establecer su realidad y presencia implícita en la virtualidad, como si estuviera labrada en piedra. La no registración de un hecho, un epitafio o incluso de una completa biografía, no lo hace inexistente.
Al encadenamiento lógico de hechos que constituyen la biografía de una persona, hay quien lo define como destino, así también al acontecimiento u omisión desviatorio. Otros, simplemente, azar. No es posible, sin sustraer a la ecuación un relevante elemento, ignorar a aquellas personas que, por acción u omisión, generaron las condiciones para que el o los hechos desviatorios ocurrieran: los contextualizadores. Aun en aquellos casos, tal vez la mayoría, fueron ejecutados con diferentes intenciones ajenas al hecho desviatorio que nos ocupa y, más aún, ignorando las ocurrencias atribuibles a las lejanías donde se ejerció el poder condicionante o, por lo menos, facilitadoras. En consecuencia, el reino de la incertidumbre. Las decisiones tomadas en las alturas del poder, produce víctimas anónimas. La probabilidad de que el individuo involucrado adquiera humanidad es inversamente proporcional a la altura en la pirámide del poder donde se toma la decisión.